A continuación, os voy a presentar a la que fue una de mis mejores maestras, y no porque fuera perfecta, sino porque me enseñó en cada momento lo que necesitaba aprender. Con esto me refiero a que si un día, por el motivo que fuera, a mis compañeros/as y a mi nos apetecía investigar acerca de los piratas, terminábamos haciendo un proyecto sobre ellos. Parece algo obvio, pero en muchas ocasiones no se respetan nuestros intereses y hacemos lo que simplemente está programado porque es lo que "tenemos que hacer".
Llegó a mitad de curso, y a pesar de estar un poco perdida, con cariño y simpatía nos ganó en menos de un día. La recuerdo muy ilusionada, puesto que era su primera vez como maestra y nosotros sus primeros alumnos/as. En cuanto a su carácter, siempre tenía una sonrisa dibujada en la cara, aunque también sabía enfadarse cuando el momento lo requería. A pesar de eso, entendía que éramos niños/as y que de vez en cuando tenemos nuestros momentos de euforia. ¿Pero sabes lo mejor de todo? Sabía cómo devolvernos a la calma.
Con ella cada día era especial, nos saludaba a todos y cada uno de nosotros cada mañana como si llevara mucho tiempo sin vernos. En dos días se sabía todos nuestros nombres, ¡parecíamos importantes para ella! Se notaban sus ganas por enseñar y las nuestras por aprender. Una de las cosas que más me gustó de ella, pese a la poca experiencia que tenía en ese momento como maestra, fue su forma de impartir las clases. Al principio no sabía por donde cogernos, tampoco se sabía nuestras canciones, pero no necesitó mucho más que un círculo formado por todos nosotros/as y nuestra atención, cosa que también le resultó un poco complicada al empezar. Después de eso, todo era coser y cantar, o al menos así hacía que pareciera.
Pese al poco tiempo que la tuvimos como maestra, nos enseñó su paciencia, sus ganas por aprender y el amor con el que hace las cosas. ¡Y le caímos tan bien que hasta vino a vernos el curso siguiente!
Antes de la corrección:
Después de la corrección:
Después de la corrección:
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