Hoy es el último día del curso, pasaremos al nuevo
instituto que se ha construido en el pueblo de al lado, menos mal que con el
transporte autónomo llegamos en seguida, mi padre me cuenta que cuando él era
joven conducían las personas y había muchos atascos.
Se me hará difícil abandonar mi colegio en el que he
pasados los últimos 10 años; hoy llegaremos a clase y el holo profesor se
encenderá y nos contará las muchas ventajas que tendremos de ir a un instituto
enteramente robotizado, y que las viejas escuelas, donde todavía hay profes que
son personas, son el pasado que hay que borrar cuanto antes; seguramente sea
verdad pero yo recuerdo cuando empecé que si había profes de verdad y era más
bonito poder hablar con otra persona y no con un holograma.
Al llegar a clase encenderemos nuestros chips de
escritura y dictaremos mentalmente nuestra última redacción que se proyectará
en las paredes de clase y todos las leeremos, a veces se me hace raro no
escribir con un lápiz sobre un papel, ya sé que el papel está prohibido y que
mi hermano pequeño ni siquiera aprendió a hacerlo así pero qué queréis que os
diga, la sensación de rasgar el papel y que estén plasmados mis pensamientos no
se puede comparar a lo que hacemos ahora.
En la hora de descanso tampoco juagamos a nada,
físicamente me refiero, cuando empecé el colegio jugábamos a pillar, al
escondite, al torito en alto, al futbol,
cómo molaba el fútbol, lástima que lo prohibieran hace dos años por
culpa de aquella guerra.
Dicen que en el nuevo instituto nada más entremos
allí nos escanearán para saber cuál es nuestro cociente intelectual y ponernos
de esa manera en unas clases o en otras, eso puede estar bien porque a mi si me
ponen en la clase de matemáticas no quiero estar, yo prefiero la música y las
habilidades tecnológicas.
En cuanto a mis amigos no sé qué pasará con ellos,
sus padres dicen que no quieren llevarlos a un instituto tan novedoso, que
prefieren que sigan con el tradicional, les entiendo, yo también les he dicho a
ms padres que me dejen jugar y aprender a mi manera aunque sea con los viejos
ordenadores portátiles, esos que a veces pasa el chatarrero con un caja repleta
de ellos. Pero no puede ser, es el futuro, me dicen; aunque preferiría vivir en
un pasado donde los niños seamos todavía niños.
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